Con
mucha frecuencia recibimos noticias que hablan sobre la degradación ambiental.
En periódicos, televisión, e internet estas noticias se venden como pan
caliente. Pero creo que necesitamos comunicar las historias que son éxitos de
conservación; aquellas que nos hacen sentir bien, que nos motivan a pensar que
se pueden replicar en otras áreas.
En
nuestra expedición de manglares a lo largo de las costas Mexicanas, nos topamos
con varias de estas historias esperanzadoras. Una de ellas, que me ha dejado
increíbles recuerdos, es la que nos compartió Humberto Yee, un extraordinario
Ambientalista y Agro-ecólogo titulado de la Universidad Autónoma de Chapingo.
Humberto nos llevo a La Isla Concepción, en el corazón de la Reserva de La Biósfera
La Encrucijada, Chiapas. El día que salimos a la isla nos recogió su tío Abel
en el embarcadero "Las Garzas". Subimos nuestro equipo fotográfico en el cayuco,
una pequeña embarcación que tienen motor fuera de borda, pero que puede navegar
entre los canales de manglar utilizando remos. Se nos había hecho tarde y
comenzamos nuestro viaje a través de los bosques de manglar en la noche, con
una hermosa luna llena que delineaba la forma de los árboles de una manera
precisa. En la isla, nos esperaban la tía y primas de Humberto. Durante los
siguientes cuatro días fuimos tratados como reyes, con deliciosas comidas y con
los paisajes, flora y fauna, más impresionantes que uno puede imaginar.
Al
amanecer, el paisaje parecía un alucinación. Los reflejos de manglares de 40
metros de altura sobre el agua tranquila del canal, nos dejaron boquiabiertos.
Humberto y el Tío Abel nos guiaron por rincones y canales del bosque de
manglar, y por la única comunidad de selva baja inundable de zapotonales. Monos
araña, osos hormigueros, cuatíes, zorras, no dejaban de asombrarnos. Aves de
todos colores: patos, pájaros carpinteros, garzas, gorriones, pericos, águilas.
Humberto decía “si tienen suerte verán…”, dos minutos después ahí estaba. Por
las noches caminábamos y mas fauna nos impresionaba: armadillos, ranas, puerco
espín. El clímax llego cuando Humberto nos apunto hacia la orilla del río, con
grandes ojos y atónito, ahí estaba, un cocodrilo de cerca de cuatro metros que tomaba el
sol despreocupadamente. Sin lugar a dudas, esos días fueron una constante
embriaguez para nuestras pupilas.
Humberto
y su familia han hecho una gran labor de conservación y restauración en la Isla
Concepción. Han trabajado en repoblar el área con especies amenazadas; en
particular los cocodrilos que fueron cazados y sobreexplotados por el valor de
sus pieles. Ellos protegen los nidos de las hembras para que no sean depredados
los huevos y, una vez que eclosionan los pequeños cocodrilitos, los cuidan por
un tiempo para incrementar la sobrevivencia de los mismos. Sin duda, su
dedicación por cuidar la naturaleza y entender que la salud de los ecosistemas
es realmente una manera digna de vivir, se merece el respeto de cualquiera.
Sin
embargo Humberto, el Tío Abel y el resto de la familia enfrentan una encrucijada,
literalmente hablando. Mientras ellos están promoviendo un desarrollo con base
en el cuidado del ecosistema y trayendo turistas que disfruten estos recursos
naturales, una de las más destructivas actividades de agricultura se esta
expandiendo rápidamente en La Encrucijada. El cultivo de la Palma Africana, que
supuestamente se utiliza como biocombustible, deteriora y seca los suelos donde
se planta, y compite con cualquier otra especie nativa por espacio. Los agricultores
que están empujando esta actividad están secando los pantanos de "La
Encrucijada", quemando manglar y bosques de zapotón. En palabras de
Humberto "Perderemos nuestros
humedales y con ellos el hábitat de muchas especies. Los esteros ya no tendrán
la suficiente agua para los pantanos en verano, muchas zonas dejarán de ser
navegables, como ya está pasando en Panzacola; la de por sí pesca pobre -de la
mojarra tahuina, pejelagarto y camarón- sin humedales va a ser crítica o nula,
y por ende muchos pescadores quedarán en la ruina". Lo tiene muy claro
y esa claridad es un reflejo de un persona que realmente conoce y sabe las
implicaciones de perder lo natural.
Ayudemos
a Humberto y al Tío Abel a mostrar que el camino correcto es el que ellos
eligieron hace muchos años. Visiten La Isla Concepción: