viernes, 26 de octubre de 2012

La Encrucijada


Con mucha frecuencia recibimos noticias que hablan sobre la degradación ambiental. En periódicos, televisión, e internet estas noticias se venden como pan caliente. Pero creo que necesitamos comunicar las historias que son éxitos de conservación; aquellas que nos hacen sentir bien, que nos motivan a pensar que se pueden replicar en otras áreas.


En nuestra expedición de manglares a lo largo de las costas Mexicanas, nos topamos con varias de estas historias esperanzadoras. Una de ellas, que me ha dejado increíbles recuerdos, es la que nos compartió Humberto Yee, un extraordinario Ambientalista y Agro-ecólogo titulado de la Universidad Autónoma de Chapingo. Humberto nos llevo a La Isla Concepción, en el corazón de la Reserva de La Biósfera La Encrucijada, Chiapas. El día que salimos a la isla nos recogió su tío Abel en el embarcadero "Las Garzas". Subimos nuestro equipo fotográfico en el cayuco, una pequeña embarcación que tienen motor fuera de borda, pero que puede navegar entre los canales de manglar utilizando remos. Se nos había hecho tarde y comenzamos nuestro viaje a través de los bosques de manglar en la noche, con una hermosa luna llena que delineaba la forma de los árboles de una manera precisa. En la isla, nos esperaban la tía y primas de Humberto. Durante los siguientes cuatro días fuimos tratados como reyes, con deliciosas comidas y con los paisajes, flora y fauna, más impresionantes que uno puede imaginar.

Al amanecer, el paisaje parecía un alucinación. Los reflejos de manglares de 40 metros de altura sobre el agua tranquila del canal, nos dejaron boquiabiertos. Humberto y el Tío Abel nos guiaron por rincones y canales del bosque de manglar, y por la única comunidad de selva baja inundable de zapotonales. Monos araña, osos hormigueros, cuatíes, zorras, no dejaban de asombrarnos. Aves de todos colores: patos, pájaros carpinteros, garzas, gorriones, pericos, águilas. Humberto decía “si tienen suerte verán…”, dos minutos después ahí estaba. Por las noches caminábamos y mas fauna nos impresionaba: armadillos, ranas, puerco espín. El clímax llego cuando Humberto nos apunto hacia la orilla del río, con grandes ojos y atónito, ahí estaba, un cocodrilo de cerca de cuatro metros que tomaba el sol despreocupadamente. Sin lugar a dudas, esos días fueron una constante embriaguez para nuestras pupilas.


Humberto y su familia han hecho una gran labor de conservación y restauración en la Isla Concepción. Han trabajado en repoblar el área con especies amenazadas; en particular los cocodrilos que fueron cazados y sobreexplotados por el valor de sus pieles. Ellos protegen los nidos de las hembras para que no sean depredados los huevos y, una vez que eclosionan los pequeños cocodrilitos, los cuidan por un tiempo para incrementar la sobrevivencia de los mismos. Sin duda, su dedicación por cuidar la naturaleza y entender que la salud de los ecosistemas es realmente una manera digna de vivir, se merece el respeto de cualquiera.


Sin embargo Humberto, el Tío Abel y el resto de la familia enfrentan una encrucijada, literalmente hablando. Mientras ellos están promoviendo un desarrollo con base en el cuidado del ecosistema y trayendo turistas que disfruten estos recursos naturales, una de las más destructivas actividades de agricultura se esta expandiendo rápidamente en La Encrucijada. El cultivo de la Palma Africana, que supuestamente se utiliza como biocombustible, deteriora y seca los suelos donde se planta, y compite con cualquier otra especie nativa por espacio. Los agricultores que están empujando esta actividad están secando los pantanos de "La Encrucijada", quemando manglar y bosques de zapotón. En palabras de Humberto "Perderemos nuestros humedales y con ellos el hábitat de muchas especies. Los esteros ya no tendrán la suficiente agua para los pantanos en verano, muchas zonas dejarán de ser navegables, como ya está pasando en Panzacola; la de por sí pesca pobre -de la mojarra tahuina, pejelagarto y camarón- sin humedales va a ser crítica o nula, y por ende muchos pescadores quedarán en la ruina". Lo tiene muy claro y esa claridad es un reflejo de un persona que realmente conoce y sabe las implicaciones de perder lo natural.

Ayudemos a Humberto y al Tío Abel a mostrar que el camino correcto es el que ellos eligieron hace muchos años. Visiten La Isla Concepción:



viernes, 19 de octubre de 2012

NOS ACERCAMOS AL FIN


Me acuerdo cuando iniciamos con Octavio y mi mujer nuestro periplo por los manglares de México, fueron una serie de llamadas telefónicas para coordinar bien la expedición. Octavio tenía que salir desde San Diego, California  y vernos en el aeropuerto de Cancún para recorrer toda la costa de Yucatán y gran parte de la costa del Pacífico en una sola jornada fotográfica sin precedentes la cual tenia como objetivo, evaluar a través de la fotografía las condiciones de un ecosistema único y a la vez en peligro. Hoy tras  varias jornadas similares en diferentes puntos de las costas mexicanas en la espalda ya nos encontramos en la fase final de esta aventura y personalmente puedo decir que la batalla no esta perdida, quedan muchos espacios donde los manglares están en excelentes condiciones y la fauna es abundante creando paisajes y espectáculos dignos de admirar, pelícanos anidando junto a otras tantas especies de aves,  aguas cristalinas con una ictiofauna variada y abundante y gente que protege y vive del manglar día a día.


Sin embargo no todo fueron buenos momentos, hemos sido testigos de la acumulación de basura flotante en las raíces de manglar debido a las corrientes caribeñas, de la desecación del manglar para la posterior construcción de infraestructuras hoteleras, hemos visto el turismo irresponsable en Áreas naturales protegidas emblemáticas y una serie de circunstancias y procesos de degradación que si no amenazan de forma inminente todos los manglares de México lo harán en poco tiempo, si no logramos cambiar la percepción de algunas personas que creen que los manglares son ecosistemas sin valor. Los manglares probablemente sean el ecosistema por excelencia que más beneficios nos ofrecen como sustento de vida y protección de las catástrofes ambientales.

domingo, 7 de octubre de 2012

Plumas, hojas y riqueza




Hemos recorrido una gran cantidad de bosques de manglar y, después de todas las aventuras que hemos pasado, me queda claro que estos ecosistemas ofrecen oportunidades únicas para la recreación. En efecto, la observación de aves —una forma de uso que exige la conservación del manglar— ya representa una importante fuente de ingresos adicionales para muchas comunidades costeras y su demanda crece rápidamente. Desde águilas pescadoras hasta pequeños gorriones, una infinidad de formas y colores sobrevuelan estos bosques; de la misma manera que otras se posan y se refugian en la copa de estos árboles.


Pero estos servicios ambientales pueden representar otros beneficios económicos. Un ejemplo lo constituyen las especies de patos y gansos, que usan lagunas costeras y manglares durante el invierno. Estados Unidos, Canadá y México comparten 27 especies de aves de caza que utilizan corredores migratorios en América del Norte, e invernan en humedales costeros tropicales y subtropicales, incluyendo lagunas costeras en las costas del Golfo de California. En la primavera estos patos y gansos regresan a sus áreas veraniegas en el norte y se convierten en la fuente principal de una industria de cacería que tiene grandes derramas económicas. Nadia Rubio Cisneros, estudiante de doctorado en el Instituto de Oceanografía Scripps, ha calculado que el número de aves cazadas y los ganancias económicas generadas por esta industria en la costa Este de los Estados Unidos se relacionan con la abundancia de estas aves que invernan en el Golfo de California. La densidad de aves se incrementa significativamente con el área de las lagunas costeras y la integridad de los bosques de manglar que las rodean. Un kilómetro cuadrado promedio de laguna costera en México genera alrededor de $1,800 dólares en Estados Unidos, a través de la venta de permisos de cacería. Este flujo de servicios ambientales soporta una industria de cacería que en promedio produce $4.37 millones de dólares anualmente, tan solo en el Oeste de Estados Unidos. Esto sugiere que un mercado para la conservación de lagunas costeras en México podría continuar generando beneficios para los cazadores en Estados Unidos, así como, proveer beneficios ecológicos y económicos para México. Ecosistemas más saludables, sostienen mejores economías. Así de simple.