En la madrugada nos quedamos de ver con nuestro guía. El objetivo era cruzar desde Punta Allen hasta Callo Culebra. Navegamos cuarenta minutos sobre un mar totalmente quieto y con apenas unos destellos de luz. Buscamos la cara sureste del Callo para tener el sol a nuestras espaldas. El amanecer fue espectacular, fuimos fotografiando el bosque de manglar hasta llegar a un importante posadero de aves. Fregatas, bobos, pelicanos, garzas, cormoranes; era un mundo de aves. No dejábamos de disparar nuestras cámaras con telefotos, principalmente porque para nuestra sorpresa, las fregatas y los pelicanos cuidaban de sus polluelos celosamente. Muy lentamente nos fuimos acercando y descubriendo la gran cantidad de aves que esos manglares escondían entre sus verdes hojas. La mayoría de las veces es muy difícil describir estos espectáculos con pocas palabras y que capturen de manera simple lo que uno esta viendo. Pero ahí, quietos sobre la panga, nuestro guía nos dijo: “que bonito, parecen algodones”. No pude estar más de acuerdo.
Debajo
de las aguas de Callo Culebra hay unos paisajes increíbles. Vimos mantarrayas
enormes, sardinas, jaibas y un grupo de grandes sábalos. A mediodía tomamos un
descanso para comer. Nos detuvimos en una pequeña playa arenosa, muy somera,
donde fue colocado un faro para indicar la presencia del Callo. Desde la panga
vi que había un tronco de palmera flotando muy cerca de la orilla. Sólo
sobresalía la mitad del tronco, pero nunca imaginé que debajo del mismo
hubiera la profundidad necesaria para que hubiera peces y otros animales. Con
mi visor y mi snorkel tome fotos por varias horas. Al atardecer, regresamos a
Punta Allen.
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